domingo, 15 de noviembre de 2009

DEVOCIÓN PARA DESPUÉS DE LA SANTA MISA

Devoción

Uno de los deberes de la Legión de San Miguel es el rezo, después de la misa de precepto (es decir, domingos y festivos) de dos oraciones tal y cómo se hacía antes de la reforma litúrgica: El Ave María y el Exorcismo de San Miguel.

Ambos se rezarán, indistíntamente, tras la despedida final del sacerdote. De rodillas (salvo si se tiene algún impedimento físico) y con la intención de ofrecerlo , principalmente, por la defensa y protección de la Iglesia; tanto de sus enemigos internos cómo de los externos. No se descarta cualquier otra intención que quiera añandirse de carácter personal.

El olvido accidental de ésta devoción no acarrea ninguna pena ni de pecado ni de cualquier otra índole, y puede sustituírse perfectamente por el rezo de la misma más un credo en cualquier otro momento de la semana, en una Iglesia o capilla y de rodillas, igualmente.

El Ave María, primera parte de esta devoción:


Ave María, Llena eres de Gracia, 
el Señor es contigo. 
Bendita tu eres entre todas las mujeres, 
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios, 
ruega por nosotros pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte. 
Amén.



El Exorcismo de San Miguel, segunda parte de la misma:  

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.  
Sé nuestro amparo contra la perversidad 
y asechanzas del Demonio. ¡Reprímale Dios! 
Pedimos suplicantes. Y tú, príncipe de la milicia celestial, 
arroja al infierno con el Divino Poder a Satanás 
y a los demás espíritus malignos que andan 
dispersos por el mundo para la perdición de las almas. 
Amén.

El Credo, tercera parte para los que hayan faltado a la devoción el domigo o la fiesta de guardar: 

Creo en Dios, Padre Todopoderoso,  
creador del cielo y de la tierra. 
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, 
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, 
nació de Santa María Virgen; 
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, 
fue crucificado, muerto y sepultado, 
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, 
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. 
Desde allí ha de juzgar a vivos y muertos. 
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, 
la comunión de los santos, el perdón de los pecados, 
la resurrección de la carne y la vida eterna. 
Amén.

El rezo del credo puede hacerse con el credo de los apóstoles, con el de Nicea-Constantinopla o con el de Pablo VI indistintamente, aquí presentamos el más sencillo.

Motivo

Se cuenta que, estando rezando el Papa León XIII en su capilla privada, tuvo una terrible visión del Demonio abatiéndose sobre San Pedro, y oyó cómo éste le pedía a Dios 100 años para actuar libremente  y así destruir a la Iglesia de Cristo. El Santo Padre, aterrorizado, salió disparado hacia su despacho y se encerró allí. Media hora después entregó a su secretario una hoja con el citado exorcismo, con órdenes de copiarlo y enviarlo a todos los obispos del mundo, para añadir al final de cada misa cómo súplica al defensor de la Iglesia, implorando su protección. He aquí el texto original en Latín redactado por León XIII:

Sancte Michael Archangele, defende nos in prælio;
contra nequitiam et insidias diaboli esto præsidium.
Imperet illi Deus, supplices deprecamur:
tuque, Princeps militiæ cælestis,
Satanam aliosque spiritus malignos,
qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo,
divina virtute in infernum detrude.
Amen. 


Así mismo el Ave María es la oración más conocida a la intercesora y dadora de gracia por excelencia, la Santísima Virgen María. A ella unimos nuestros ruegos e intenciones, de manera que encuentren sitio en el Sacratísimo Corazón de su Hijo y Señor Nuestro, Jesucristo; para que éste mande presto al gloriosísimo arcángel San Miguel en protección de su Esposa, tan atacada y asediada por Satanás y sus servidores.

Añadimos el Ave María y el Credo (En versión de Nicea-Constantinopla) en Latín, pues esta devoción puede cumplirse en cualquier idioma conocido, pero el Latín sigue siendo el oficial y común a la Iglesia de Cristo.

Ave María, grátia plena, Dóminus tecum, 
benedícta tu in muliéribus et benedíctus 
fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei, ora pro nobis peccatóribus, 

nunc et in hora mortis nostræ. Amen. 

Mediante el Credo estamos pidiendo Fe a Dios, para poder afrontar con fuerza los retos que, de seguro, el demonio nos pondrá para que no cumplamos esta devoción. El Credo también es nuestra forma de decirle que no prevalecerá.

Credo in unum Deum,
Patrem omnipoténtem,
factórem caeli et terrae,
visibílium óminum et invisíbilium.
Et in unum Dóminum Iesum Christum Filium Dei unigénitum.
Et ex Patre natum ante ómnia saécula.
Deum de Deo, lumen de lúmine, Deum verum de Deo vero.
Génitum, non factum, consubtantialem Patri:
per quem ómnia facta sunt.
Qui propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de caelis.
Et incarnatus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine et homo factus est.
Crucifixus étiam pro nobis: sub Póntio Piláto passus et sepúltus est.
Et resurréxit tértia die, secúndum scripturas.
Et ascédit in caelum: sedet ad déxtram Patris.
Et íterum ventúrus est cum glória, iudicáre vivos et mortuos:
cuius regni non erit finis.
Et in Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem:
qui ex Patre Filióque prócedit.
Qui cum Patre et Filio simul adorátur et conglorificátur;
qui locútus est per Prophétas.
Et unam sanctam catholicam et apostólicam Ecclésiam.
Confíteor unum baptisma in remissiónem peccatórum.
Et exspécto resurrectiónem mortuórum.
Et venturi saéculi.
Amén.

 

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